¡Ay de los quince años!
De esos poemas
brotados
como flores de primavera.
Esas rimas viscosas
rebosantes de candor.
La amada,
el desengaño,
los primeros contratiempos,
las ansias de inundar
el mundo de poesía.
Quince rosas
desbordantes,
incapaces de ver
sus propias espinas:
preocupadas tan sólo de difundir
aroma y color.
¡Ay de los quince años!
No os tengo añoranza
por vuestra juventud
ni por vuestra fuerza;
os añoro
por la inmensidad
de las horas
de esos días de entonces.
¡Que buen momento
para hacerse profesional del poema!
Para vivir sin más
desde el primer al último
verso.
¡Ay de los quince años!
No quiero,
yo no quiero darle marcha atrás
al tiempo; ni llevar mi
experiencia de ahora
a la bisoñez de antaño.
Quiero que sean
quince caldos de cultivo
para dentro de quince años.