El viejo cazador del mar,
perdida su mirada en el tiempo,
se apoya en la dura roca
redondeada por el agua terca,
sin poder evitar,
del salpicar de las olas
el reclamo a su conciecia.
El brillo de sus ojos,
empañados por sal y sangre
de todos los mares,
busca en el horizonte,
el obsesivo perfil de antaño,
de una ballena saltando.
Pero ya no hay nadando
en los confines,
entre peces verde, rojos o violetas,
cetáceos azules,
ni cachalotes cantando.
Cruzan arrugas petrificadas
por las lunas oscuras,
de las mejillas saladas
del matador de ballenas.
Las tajadas de su alma solitaria,
muertas de angustia,
lo culpan;
las ballenas ya no existen,
y se siente horrorizado.
Agua salada
de todos los mares,
a mojado esos labios rígidos,
que nunca sonrien.
Contemplaron la majestad,
de las enormes azules,
y se entornaron ante soles
de todos los rumbos
esos ojos profundos,
que nunca lloran.
En alguna dimensión,
escucha su fantasia atormentada,
cual si fueran sirenas
que lo atraen,
el ultimo cantar de las ballenas.
Sin perder la dignidad
se interna en el mar
hasta hundirse,
el viejo marinero,
y su conciencia de la mano.
Sin encontrar ya sentido
y con su alma destruida
se va del mundo,
desapareciendo en el océano,
el ultimo arponero.
.....................................................
juan maria