Diluvia una fina escarcha en la humedad del alba
miles de gritos susurran historias olvidadas
emanan esos silencios del fondo del abismo
allá donde nacen las desoladas mañanas.
Dice el ruiseñor en su sublime melodía
que de ella brota su esencia pura, la historia
de los milenios pasados, horrorosos y bellos
cuentan que seres aún viven simples, eternos.
Piedras les llaman ahora los hombres,
aquellas siempre dispuestas a ser trabajadas,
pero ellas esconden la historia jamás contada.
Si las piedras hablaran el silencio seria nulo,
los lamentos se escucharían a cada segundo.
Narraciones tortuosas serían destapadas,
hechos bañados de sangre y rencor,
palabras malditas tal vez nunca dichas,
historias de sangre que viven marchitas.
Si las piedras hablaran enseñarían a la vida
una forma de ser llevada en plenitud
enseñándonos el pasado con verdades
no mentiras como se hace hoy en día,
se aprendía tal vez del erro de antes
para plasmar eternamente la alegría.
Extraño que una piedra conozca más la vida
que un ser humano, tal vez sea por la pereza
de no abrir los ojos en el momento indicado
y mentir siempre al hermano más cercano.
Tal vez deberíamos escuchar a las piedras
algunas mañanas cuando el alba despunta
y el cenit se alumbra con las llamaradas,
en ese instante la vida cobraría un nuevo son
para luchar por un verdadero sentido de cambio.