Leo al gran Azorín, pienso en Machado,
Machado y Azorín, pienso en Castilla,
ambos son componentes que a mi lado
endulzan el café que, azucarado,
le sientan como un beso a mi mejilla.
Ambos dos mis afectos se reparten
habría que decir que hacen un trío,
pues ellos con sus textos hoy comparten,
desde el día en que hui del kindergarten,
las noches del invierno en que hace frío.
Amo la descripción de sus paisajes
-el mismo tren, la misma carbonilla-,
el dolo y la nostalgia que en sus viajes
-posadas, ventas, fondas- sus bagajes,
leen a quien les leen su cartilla.
Y así sea Azorín escriba en prosa,
los dos son el anverso y el reverso
que ponen su obsesión en una cosa
plasmada en su experiencia dolorosa
que afecta a su país, que es su universo.
©donaciano bueno
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