Embrujada por la quietud tu frente terca
transpira espectros de desdén,
al inclinarme a besar un susurro,
esperando aún a la reconciliación
Más nunca nos pertenecerán las horas,
la paciencia lanza un suspiro,
su tiempo demasiado precioso a detenerse,
mientras por sagacidad Selene su faz vela
Hoy será ayer,
en la espera aún a encontrar la concordancia,
mientras en la neblina de lo no hablado,
la mañana se esconde más allá de nuestro alcance
En aquiescencia nuestros corazones deben estar,
antes de que el invierno, con tanta inclemencia,
entumezca nuestros labios,
y nuestros líbidos congele,
así privando a nuestras sábanas de pasión,
las cenizas de sus llamas
La foto por cortesía de David Robert Sugg