Nací para ti,
nada más, para ti.
El destino, celoso,
quiso desviar mi apresurada marcha
dispuso redes para detenerme
desiertos para afligirme
acantilados y enarboladas montañas.
Y nací para ti.
No fue mi búsqueda quien te encontró,
no;
¡¡ malvado destino, cómo agradecerte!!
diste un paso en falso….
A los pies de mi osadía,
tras tu desvencijada túnica,
observé mi evocada niña.
Que soñé sin haber dormido
y sentí
cuando el amanecer tocó mis brazos
y besé
en el preámbulo de mi respiro
y adoré
en el púlpito de mi juventud
y amé
en el cálido lecho de lo nuestro.
Nací para ti y ahora,
pretensión mía, ser eterno.