Un páramo azul
un océano color arena
una gardenia en el frío glacial
el sol en la oscura noche
la luna en el claro día.
Tus labios estaban fríos,
fríos y resecos,
echada en mí regazo
sin ganas de levantarte,
ni la mirada, ni la sabana alba.
Y de los faroles
Brotaron escarchas
que rasgaron el suave lino,
de tus ojos color avellana
tornándose rojos,
rojos, pero no de pasión,
de esa pasión que;
que en estas mismas
sabanas albas,
nos hacíamos uno,
donde se confabulaban
en tretas infatigables
las diosas y dioses lascivos.
¡No!, ¡no! era este color,
era, diferente;
era un rojo de vesania,
donde tu mente en
sus devaneos iba y venía;
nombres, recuerdos,
existencias, que musitabas
como hablando a la oquedad,
¡Flor! ¡Flor! en mi regazo
quedaste quieta, en paz,
y tus ojitos a su color
avellana tornaron, descansasteis.
El páramo fue color arena,
el océano celeste transparente,
las gardenias en los días cálidos,
el sol en el día,
y la luna en la noche oscura.