Ya no es tiempo de andar construyendo
de nuevo el mundo que tú y yo creamos.
Es tiempo de sentarnos junto al fuego
y, escuchando el chisporroteo de los leños,
revivir lo que hemos construido juntos.
Pero hoy siento, con un hondo dolor ,
que hemos construido sobre arcilla,
pues se derrumba todo a mi alrededor
al sentir tus reproches repetidos.
Siento que en todo este tiempo
no has entendido nada de lo que yo soy,
de lo que he hecho
ni de lo que quiero hacer.
Seguramente es culpa mía,
pues es difícil explicar el alma con silencios
y los silencios siempre han vencido a mis palabras
cuando algo se me rompe por dentro.
Quizás yo no soy ése que tú me dibujas
cuando me hablas de mí,
o quizás yo no sé quién soy yo
y vivo engañado sobre mi propio ser.
Pero la realidad es que hay algunos días
(demasiados y demasiado frecuentes)
en que, si intento mirar y mirarnos,
todo lo que veo está desdibujado
por las lágrimas de sentirme al margen
del verdadero destino de tu vida.
Y tengo miedo, un miedo incontenible,
a la temida soledad que me presagia
el pensar que, tras tantos años juntos,
tras tantas lágrimas y tantas alegrías,
estás tan lejos de mi yo más profundo,
de ese ser inseguro y asustado
que basa su existencia en tu mirada,
en tu palabra cálida, en tu abrazo.
Que necesita tu mano que acaricia
y que se rompe por dentro en mil pedazos
cuando solo reprochas. Mil pedazos
que no puedo reconstruir en unas cuantas horas
ni en unos cuantos días.
Hoy estoy roto, lo sé, y aunque lo intente
solo las lágrimas brotan de mi boca,
de mis manos y de mis pensamientos.
Tengo miedo de que ya no te sirva
para lo que hasta ahora haya servido
y que, como un juguete roto
dejes en la cuneta de tu vida
los restos que van quedando de lo hemos sido.
El dolor y la angustia no me ayudan
a saber cómo puedo salir de aquí,
pero sé, sin dudarlo ni esperarlo,
que solo tú tienes la llave de mi futuro,
la llave que cierre el grifo de mis lágrimas
y abra el manantial de mí esperanza.
Que en tus manos está, y en tu cariño,
mi vida, mi esperanza, mi alegría.
En tu sonrisa, en tu ternura esquiva,
que mi interior añora, y que mi piel espera.
Quizás mañana pueda devolverte tu risa,
o las lágrimas lo inundarán todo hasta ahogarlo.