Después de tres mil años apareces
Y sigues tan radiante como el sol.
Un pez no asoma su nariz al fuego,
Una fruta no baila al ritmo del mar.
Todo se volvió sueño esperando
Aquel regreso, aquel abrazo, aquel amor.
Mientras sorteaba corazones
Entre los pobres sin rencor,
No dejaba de buscarte
No dejaba de llamarte.
Haciendo sonar cuencos en el alma,
Alma agotada por la espera y el naufragio.
Y así caíste, re-depente en mis posibles
Y leíste aquello que el eterno escribió
Tres mis años atrás.