Casi todos los días me parecían anodinos, incluso los fines de semana.
Todo se sucedía con una rutina , con una repetición tan predecible , incluso las palabras que pronunciaba , que solamente pensar en ello, me producía tedio
Entre semana, el trabajo. Las mismas caras o parecidas, similares problemas ocurrían cada día.
Los sábados , la compra para la semana próxima, a la tarde al cine
Como en la película de \" El Día de la Marmota\"
Por eso, solía acoger con gran expectación , cualquier acontecimiento diferente a esta reiteración de sucesos vitales.
Una tarde de jueves, especialmente lluviosa, recibí una llamada de Ana Aguirre
Ana, es una amiga mía desde la época de la Universidad , que se había marchado a USA para investigar sobre la comunicación entre los primates.
Me dijo que por fín había vuelto , que le habían dado un puesto de profesora en la Universidad, y que iba a hacer una fiesta el sábado siguiente para celebrarlo, a la cual, por supuesto, y para eso llamaba, además de para saludarme, estaba invitada.
Tan entusiasmada quedé con la propuesta , que no le pregunté quién iba a acudir
Me imaginé que, entre otros, serían nuestros antiguos compañeros.
La fiesta, me dijo, se iba a celebrar , en un antiguo almacén, cuyo dueño ,amigo de Ana, lo había adecuado para hacer eventos.
El viernes, que seguía lloviendo , me pareció un viernes diferente.Hasta los casos que tuve que tratar parecían más interesantes que de costumbre.
Y el sábado por la mañana, en la compra, introduje algún producto novedoso, mientras pensaba en qué ropa sería la más adecuada para esa ocasión.
Como me iba a encontrar con compañeros que hacia tiempo no veía, sería bueno aparecer lo más espectacular posible, pero con ese toque de discreción, elegancia y como si te has puesto lo primero que has encontrado en el armario.
Seguía lloviendo
A pesar de ello, en lugar de ponerme pantalón y botas de suela de goma, decidí llevar vestido y zapatos de tacón. Creo que en este punto está el origen de todas las desdichas que se sucedieron una tras otra , como si todos los malos augurios se hubieran unido para hacerme ver lo increíblemente buena que era mi vida tan rutinaria.
Mi coche, aparcado en la calle, no arrancaba.
No encontré taxi , quizá porque llovía demasiado
Al subir al autobús , que me dejó a un kilómetro del lugar, me torcí el tobillo
Andando, cojeando en realidad, llegúé al antiguo almacén. El agua se había metido en mis zapatos y los pies chapoteaban como si fuesen patos en un estanque
No sé cómo estaba mi alisada melena porque no pude mirarme en ningún espejo .
Eso siempre lo agradecí después , porque aunque hay un vacío en mi cerebro por la falta de ese dato, al menos esa imagen no me perseguirá en sueños
Como no había timbre, abrí directamente la puerta, con gran entusiasmo a pesar de tanto avatar.
Y por un momento , pensé que aquello era el Juicio Final, y que se me castigaba por todos mis errores : un amasijo de cabezas, colas , orejas se me vino encima , me tiraban del bolso, se enroscaban en mis piernas me daban golpes con el mojado paraguas.. mientras unos gritos insoportables me taladraban los tímpanos .
Con la falta de estabilidad por el tobillo torcido, los zapatos de tacón , el vestido apretado, caí al suelo en medio del charco de lluvia primaveral que toda mi corporeidad junto con el paraguas, había dejado.
¡ Eran monos!. No sé de qué especie o raza , pero ¡MONOS! que Ana había llevado a la fiesta para completar sus experimentos pensando que, como broche final a los mismos, sería de interés ver la comunicación con los humanos
Sobre ello me reservo la opinión absolutamente
Cuando conseguí levantarme con ayuda de otros invitados, tengo que decirlo, fui el centro de atención de la fiesta, aparte de los monos
Al final , no acabaron tan mal las cosas, pues conocí al que hoy es mi pareja, que, aunque es un poco peludo, entonces me pareció muy mono....