Un Dios enfurecido
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El olor a salitre parece más potente
cuando el viento cabalga feliz sobre las olas,
estas llegan gritando del norte y de poniente
y se estrellan rabiosas al frío rompeolas.
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Mientras sigue en el fondo la fuerza del tridente
en la orilla se quedan dormidas las cabriolas,
un sendero de espuma se seca lentamente
escondiendo sus voces en blancas caracolas.
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Es el mar al que miro quien abre mi locura,
me seduce el poder azul de su vestido.
Hechizado por ver de cerca tal bravura
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me dedico a escuchar el clásico sonido
del cantar de sirenas con mágica escultura .
Mientras, rugen los ecos de un Dios enfurecido.
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Fotografía y poema :Ramón Bonachí.