La puerta, lentamente se abre
mi mano humedece el pomo de bronce
mientras un fino haz de luz brillante
enceguece mis ojos dilatados de penumbra.
En ese pequeño espacio, veo el exterior
la vereda, los árboles, hasta la esquina
poblada repentinamente de tráfico
habilitado por el semáforo de la otra cuadra.
Imprevistamente, a mis pies asoma un perro
mirándome atento,con inquieta cola
por detrás, su dueño pasa mirando de reojos
me oculto y espero.
El cuerpo se tensa en infinito hormigueo
ya no pasan autos, pero una motocicleta
se instala en el universo, colmando todo en ruido
Cierro los ojos y mi nuca estalla de dolor.
Pasa un siglo o dos y abro la puerta
La luz me inunda como una enorme mano
debo salir, caminar como los otros
sonreír, saludando quienes cruzo.
Miro arriba en el cielo claro
donde unos pájaros vuelan en círculos
mis brazos quieren ser alas
en un mundo sin pánico.