Anoche cayó la lluvia
La misma que en mis tardes de niño
jugaba con ella
esa que me mojaba
sin mojarme.
Esa que iluminó mis calles
solitarias
con cristales de ojos
que me miraban
y me envolvían
en un manto
de madre,
amiga,
amistad y juegos…
Bienvenida hermana,
tomarás mi mano
y me conducirás
por esas calles de ciudad
como antes lo hacías
borrando el polvo
y lo convertías
en lodo gris
con el que construíamos
figuras y figuras imaginadas.
Lavarás mis penas,
refrescarás mi alma
y me envolverás
en tu manto
de madre,
amiga
y compañía
en tanto caminaré la ciudad
mirando
con tus ojos de cristal
multiplicados
con sonrisas
de rostros
desconocidos
que te alaban
y bendicen
por ser las primeras
lágrimas de otoño…
Sonrisa y alegría,
aire puro para el alma
y olvido de la mugre
que se respira,
en tanto se camina
por las plomizas calles
de la gran ciudad
contaminada.