Veredictos
He
nacido ayer como quien me declara culpable
ante la corte del silencio,
un genocida implacable de las palabras
que nunca podrán ser dichas.
Yo no tengo una biblia que me consuele ante los jueces, son
mis manos a las que le clavan su histeria de cruces banales.
Son mis ojos que me han de dictar el veredicto,
y solo llorando se atragantan en una mueca
que grita inocente por toda la sala.