Solo una vez fui al desierto,
y llovió a mares,
fue un quitapesares,
y un sinfín de pájaros trajo el viento.
Había un Saharahui que tenía un huerto,
y en el humilde huerto había un par de naranjos,
frutas doradas en la arena, eran milagros,
y es que en el Sahara, todo no está muerto.
Aquel hombre hizo un pozo,
tan profundo como pudo,
y encontró el agua ansiada.
!Que alegría, que gozo!
yo de los milagros dudo,
pero la fe en si mismo fue recompensada.