No importa si la rebeldía le duro un instante en florecer, ese instante rojo durará años para todos los que la pudimos ver; en el Sur de la América estamos los dichosos, las insurgentes, los pobladores, las guerreras y guerrilleras, los vencedores, los que pensamos que la palabra social empezó en preescolar compartiendo la galleta de merienda, las compas, las hermosas mujeres que le dedican su vida al campo donde se le transforman las manos en raíces de resistencia.
Todas y todos ellos miraron la Luna roja inspirados en la leyenda de que por esa noche, ya no quería ser “blanca como el vestido de una novia”, y entonces me recordó, noches donde espere en una habitación que era negra a toda hora, como si el día no quisiera interrumpir nunca mi velada, que era nuestra.
Resguardando el sueño libre de dos personas que creyeron amarse.
Y así se quedaron los sueños, las caricias, las palabras las verdades… Negras.
Esperando tal vez, algún día, que el recuerdo sea mas grande para volver y regresar por las cosas que se me quedaron en nuestro hogar, que era esa habitación en penumbra.