Comenzará tímidamente… como una confesión de algún enamorado.
O, tal vez, como un día que espabila lentamente con armoniosos fulgores.
Quizás no sea un buen día y amanezca gris y destemplado, sin sol, feo por naturaleza.
Así son los versos: deslumbrantes u oscuros, melancólicos o alegres.
A medida que avanzan se entibian,
toman fuerzas y serán luz, cadencia,
hermosura o se ahogarán en palabras
lastimeras, llorosas o implorantes.
Fluirán los sentimientos. De amor, de celos, de rabia o impotencia o la pintura divina de un paisaje, una ciudad, un momento, un recuerdo. Se dirá, yendo al caso:
Que la melancolía me sume en su tristeza
y que veo su rostro en cada gota de la lluvia
que empaña mi ventana. Y que esa misma lluvia
se confunde con mi llanto y el frío cala hondo mi osamenta.
Mas un día me sentaré dispuesto a escribirle un verso a mi madre; y vendrá a mí la infancia y la a la ternura de sus manos hechas caricias:
Cuando mi madre hacía pan en casa,
unía su cariño y su dulzura
y eran magia los bollos de la masa
con la harina, la sal, la levadura.
O algo que me lleve a las sendas oscuras de los bosques, al misterio del hachero y de los gnomos:
La tarde es niña y le susurra al lago
una historia de duendes soñadores,
que ayudados por un antiguo mago
le dan al bosque el brillo y los colores.
(Sobre las hojas que le quita al viento
el viejo Búho escribirá otro cuento)
O a mi lugar natal, mi amado pueblo enclavado en el ocre del patagónico desierto:
Yo te debo, Cutral Có, algunos versos,
de aquellos que se guardan en el alma,
de aquellos que cual pétalos dispersos
dibujen tu trajín, tu ruido y calma.
Yo te he visto crecer, desde mi infancia
me besaron las alas de tu viento,
ese viento que hoy añoro a la distancia
y que surca tu entorno polvoriento.
O un pequeño verso del oriente, un haiku o un senryu:
Parque en silencio
sobre el banco vacío
brilla la luna.
O aquel verso de romántica nostalgia, por ejemplo:
El que canta loas a su belleza,
el que dice mil veces que la ama
y otras mil veces que la extraña.
El que busca una palabra que traiga
consigo el brillo y el color de su mirada,
o el candor de su sonrisa
que hace volar las mariposas
por las calles de tristes adoquines.
Esta es mi poesía, así la escribo y aunque vengan a decirme: \"... no es poesía, o lo suyo nada vale...\", esta es mi poesía, señores, y la amo. Yo vivo en ella.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.