Lo único que crece en la oscuridad
son las luces,
las sombras se refugian
en la llamarada que apaga la noche.
Yo me recuesto sobre sus sábanas,
y no hay luz que ciegue mi vigilia,
las palabras
van saliendo
cual duendecillos
de debajo de mi lecho.
Con risillas
van subiendo una a una
y eureko.
Disimuladamente me encantan,
me hacen dormir en el país
de una musa
(no es Alicia
en el país de las maravillas)
que libertina pajarilla
se sacude de rimas y medidas,
aún cuando la consonancia
no sea… su preferida avenida.