(Un tango en París)
Ya llueve sin vigor, plácidamente,
pasó el caos que impuso la tormenta.
Un frescor que proviene del naciente
deja en el aire un suave olor a menta.
Una tarde especial para escribirte
y tengo para vos la lluvia fina,
la alocada visión de presentirte
y una rosa desnuda, sin espinas.
Y, claro, tengo un verso a tu sonrisa,
al brillo fascinante de tus ojos
y a tu voz que se adueña de la brisa.
Utopías, lloviznas en manojos,
como ese sueño anclado en mi recuerdo:
¡Bailamos en París un tango lerdo!
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(imagen de la web)