Recordaba aquel cordero,
Que con sumisa devoción
Seguía a su pequeña dueña,
Si bien es cierto no es como un perro
Bravo y protector,
Más, Si causaba admiración
Tan frágil animalillo sediento de protección
Aferrándose a aquella niña
Como si fuesen de la misma especie
Pero sumisa y humilde,
Bastó con dejarla de ver un instante
Para que el pequeño animal grite con desespero
Sintiéndose completamente abandonado
Y perdido, perdido sin esperanza,
¡oh, si fuésemos como aquel irracional para asuntos espirituales!
Aferrados al Eterno permaneceríamos
Sedientos del agua viva de su palabra
Sordos, sin importarnos los pueriles labios humanos
Y pendientes... de nuestro amoroso dueño celestial,
Aquel que se llamó así mismo EL BUEN PASTOR.