Max Hernandez

Encuentro con la Princesa de las Tinieblas (3/3)

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«Algunos ángeles de la tierra fueron a cuidar al primer niño. Producto de su cercanía se contagiaron de sus celos y de su ira, pero aún así lo trataban de mantener a salvo en todo momento, sabedores que el segundo niño siempre sería observado y cuidado por prácticamente todos los demás seres en el planeta. Pero llegó el momento en que, al estar jugando ambos, cayeron juntos por una pequeña pendiente, y los ángeles estos, solamente se preocuparon por poner a salvo al mayor, considerando que serían otros los que cuidasen del más pequeño. Craso error. Nadie estaba en ese momento presente o atento a los juegos. El niño quedó terriblemente lastimado, y murió prácticamente en el acto. Al suceder esto, se liberó nuestro Padre, casi por completo. Los ángeles huyeron, sabiendo que el Padre no les perdonaría esto, dejando al niño mayor junto al cuerpecillo inerte de su hemanito menor... Lloraba el pobre desconsoladamente, creyéndose culpable de tamaño delito. Mas mi Padre, nuestro Padre, que es todo bondad, cargó al pequeño en sus brazos, lo consoló, le dijo que de ahora en adelante no serían ángeles los que cuidarían sus pasos, sino Él mismo. Le pidió que le acompañase a entregar el cuerpo de su hermanito a nuestra divina Madre, y así lo hicieron, quien los acogió con la ternura que solamente una Madre puede dar».

Sigo callado, trato de no interrumpir con mis pensamientos vanos, pero no puedo dejar de pensar en la historia que nos han contado, que yo daba por cierta, y que al parecer había sido magistralmente cambiada, aunque aún no se me hacía claro la razón y el motivo para esto.

— Poeta, es la última vez que te lo pido, o dejas de hacer ese ruido enorme, o dejamos esto para otro momento.
— Perdón, princesa, es inevitable. Mi mente es libre de volar, no tiene ataduras ni límites. Escapa con mucha frecuencia de mi voluntad, y toma sus alas, dejando a todos atrás, a veces, a mi mismo.

Se ríe, le causa gracia mis razonamientos y mi verborrea. Toma nuevamente una posición coqueta, me mira con unos ojos enormes, que me desnudan de cuerpo y de alma. Nuevamente me empequeñezco, me siento un insecto a su lado. Callo, y dejo que continúe su relato.

«Luego de esto, mi Padre fue en busca de mi hermano y de su esposa. Los encontró dormidos, descansando luego de un encuentro amoroso muy apasionado. Habían aprendido magistralmente las artes que les había enseñado, y habían confiado a los ángeles el cuidado de los pequeños. Gritos desgarradores, llanto desconsolado. Tanto mi hermano, como su esposa, se sintieron muy culpables de lo que había pasado. Juraron nunca más confiar en nadie el cuidado de sus pequeños, mas aún, los ángeles habían huido, temerosos del castigo de nuestro Padre. Se odiaron a si mismos, odiaron a sus cuerpos y a sus deseos, pues creían firmemente que ellos habían sido los causantes de lo ocurrido. Se alejaron con el pequeño, el sobreviviente, en brazos, tratando de dejar atrás todo lo ocurrido. Nuestro Padre no pudo hacer más, y nuevamente ingresó en el pequeño que estaba por nacer, dejando parte de su esencia en el aire, y en todos los demás. La esposa de mi hermano estaba nuevamente esperando un bebé. Nuestra Madre no podía tolerar esto, y como es mas poderosa, hizo que nuestro Padre olvidara sus poderes y su esencia final mientras estuviese en un cuerpo humano, de tal manera que nadie pueda reconocerlo, ni los ángeles, ni los humanos, ni los animales. Solamente despertaría al separarse del cuerpo ocupado, pero sería por unos segundos solamente, para luego ocupar otro. También intentó quitarme mis poderes, pero no pudo hacerlo, ya que yo estaba fuera de su alcance. Y por eso me encargó una labor difícil y enorme: el recordar a los descendientes de mis hermanos lo hermoso que es el amor y la belleza de la pasión y de lo importante que es la armonía del cuerpo y el alma del hombre y de la mujer».

Nuevamente un silencio sepulcral, puedo sentir cada respiración, cada latido, cada átomo que, alrededor nuestro y dentro de nosotros, se movía. Miro a esta diosa con cuerpo de doncella, que toma una forma imponente, tomando aliento para lo que sigue.

«Habíamos olvidado a los ángeles que huyeron. Se degradaron, y con habilidad y maestría, se fueron mezclando poco a poco con las personas que iban poblando el mundo. Contagiaron a todos con sus malas artes, con sus celos, envidia, rencor. Solamente la presencia de nuestro Padre en su esencia pudo mantenerlos a salvo, pero la fuerza de los ángeles caídos fue aumentando. La única manera de re encontrarse con su esencia divina sería a través del amor y de la entrega sin límites. Y eso se lograba en el momento del encuentro amoroso y de la pasión».

«No tardaron mucho loa ángeles caídos en darse cuenta que perdían el control sobre los hombres cuando se entregaban al placer de amar. Es por eso que inculcaron en ellos el espíritu de competencia y la envidia. Con eso, los hijos de mis hermanos terminaron peleando entre ellos, creando grupos y clanes, y desarrollando grandes peleas y guerras».

«Mientras el número de individuos aún era relativamente pequeño, eran las mujeres quienes se encargaban de mantener viva la tradición del amor y del aprendizaje correcto del placer. Pero, conforme se fueron haciendo las guerras y luchas mas frecuentes y de mayor envergadura, fueron los hombres los que tomaron para si el poder y las riendas de las sociedades. Es así que algunos ángeles caídos, tomaron posesión de algunos cuerpos, y pudieron crear una nueva sociedad donde el amor y el placer se consideraron prohibidos y causantes de pecado».

«La peor parte es que tanto nuestra Madre, encargada de mantener vivos al planeta y a toda la naturaleza, como nuestro Padre, que estaba atrapado en un cuerpo humano, sin saber que era Dios; ninguno de los dos podía interferir con esto. Entonces me tocó a mi encargarme. Tuve que enseñar a las mujeres las ciencias, conocimientos milenarios y la sabiduría del planeta. También los secretos del amor y del placer».

Un nuevo minuto de eterno silencio. Me mira, se nota que en estos momentos no hay nada de aquella diosa de fuego que se presentó por primera vez ante mis ojos. Ahora parece una muchacha triste, incluso desvalida. Y un fuego de rencor empieza a brotar de sus ojos.

«Los ángeles caídos hicieron que los hombres condenaran a estas mujeres. Las castigaron, las torturaron y las mataron. En vano traté de interponerme, ya que mis poderes no eran suficientes para contrarrestar su poder de maldad. Entonces decidí convertirme en su némesis, en su mas feroz adversario. Logré seducir al mas poderoso de ellos. Cayó en mis redes, y le robé parte de sus poderes. Ya con eso en mis manos, pude empezar a torturar a sus hijos y a sus seguidores, presentándome a ellos en sueños, seduciéndoles, haciéndoles caer en la tentación de la carne y de lo que ellos llamaban pecado».

Nuevamente el brillo en sus ojos a vuelto. La sonrisita de niña haciendo la siguiente travesura. El aire de todopoderosa y de infalible. La completa seguridad en si misma y la pasión por lo que hace.

«Me convertí en su peor pesadilla. Me presentaba cuando ellos menos lo esperaban, y en todo momento me preocupaba de que los descendientes de mis hermanos logren encontrar el camino a mis Padres a través de la entrega absoluta y los placeres de la pasión. Pero no fue sencillo. Me persiguieron, me convirtieron en un ser negado a los ojos de todos los descendientes de mis hermanos. A aquellos que me seguían, torturaron, mataron y desterraron».

«Pero cada cierto tiempo, en algún lugar del planeta, la esencia de mi hermano y mi padre se juntaban en un solo niño, y como por arte de magia, el rumbo de la vida cambiaba. Es así que siempre me las arreglé para estar al lado de la re encarnación de mi padre y hermano, tratando de servirle en todo, y de hacer que al final, puedan reconocerme. Así, quizá en algún momento, podamos nuevamente juntarnos, y recuperar a nuestra Madre todopoderosa de las entrañas de la naturaleza y podamos regresar a nuestro hogar primigenio».

Silencio total. Mi cabeza va a mil por hora. Muchos acertijos, muchas cosas difíciles, casi imposibles de entender. Estoy desconcertado.

— Mientras eso suceda, poeta, soy libre de seguir disfrutando de lo que ustedes llaman vida. Y seguiré torturando a los ángeles caídos, a sus descendientes, que no son pocos, y a todos aquellos que osaron negar la existencia de mis amados padres y hermano. Y a los otros, encantada de enseñarles el camino correcto, de la entrega verdadera y del placer de la pasión.

Tiemblo un poco, antes de hacer la pregunta de rigor, que se cae de madura:

¿Por qué yo?

Ríe. Su risa es tan sonora, que estremece a cada milímetro de mi cuerpo.

— ¿Aún no lo sabes? Pobre poeta, no tienes la suficiente capacidad para darte cuenta. Te lo dejo de tarea. Cuando lo descubras, me avisas. Ya sabes dónde y cómo hallarme. Mientras tanto, poeta, esta Princesa, tiene que volar. Hay muchos caídos que torturar....

 

FIN