Tu mano y el tiempo
Me van tallando a diario
Ya el reloj ha marcado casi todas las horas
Y los años van surcado las estaciones
En mi rostro y en mis manos.
Poco a poco irán muriendo aquellas huellas
Que esparcí por los senderos
Y se va apagando el canto.
Ya mis rieles han visto pasar demasiados trenes,
Muchas voces de pájaros desordenados,
Muchos ríos locos jugueteando
Por mi cuerpo cóncavo y fecundo.
Aquí estamos, amado mío, aquí estamos
Con la soledad inclinada hacia nosotros
Gastada la tinta de mi pluma.
Cuando los días se tornen grises
Y el reloj haya marcado todas las horas
Las palabras murmurarán en mis oídos
Allá, donde bajan los trenes de la muerte
Quizás ahí recién acabe mi martirio.