No se me resbala de los dedos,
el edén de tu gracia descalza,
la sustancia de tus arullos.
Eres la espuma, la sonrisa de las olas;
lo que le da a los mares la belleza,
el semblante a las corrientes.
¡Eres mía poesía! Te quiero;
te quiero en todos los tiempos,
en la resistencia de la lluvia bisoña,
en las odas de los cabellos de la ventisca.
Clávame en la piel, oh, el castaño de tus ojos,
reluce en mi asistencia tus zarcillos de plata,
y en las avenidas de tu cuerpo pálido,
déjame existir;
existir como compañero amoroso,
existir como tu amante.