Santiago Miranda

Valles ii



I. Él le había puesto un nombre a su patria, pero se olvidó de mirar el rostro

Ii. Él no tiene nombre y su casa es pernoctada por incubos lejanos

Iii. Él es toda noche y su sombra destila elementos innombrados

-esta es la razón por la que sella las ventanas de sus ojos y cubre sus puertas privadas con maderos cruzados. Pero él jamás se cuestionó si era necesario. Lo aprendió de su padre al séptimo día de arrendatario -

Iii. Yo no he sabido más que contar números. Una estrella, un puñado de trigo formando faces, he entregado al fuego lo que no he regalado ha sido poco o nada aquello.

Iv. Cada cierto tiempo medido en cifras voy y visito sus llanos, antes me llamaba él e incómoda temblaba en mi presencia.

-¿me creerás si te digo?. 500 años llevo así, levantado vidrios quebrados y muros de adobe a su capricho de Zodiaco-

V. Yo no soy el único, le han amputado varios rostros a su lago, cada uno se cree el más fructífero

Vi. A veces despierta el amor en algún inquilino extraño, este transmuta de forma a salvaje pasto y termina fecundando paz en su fértil vientre.

Vii. Pero el mensaje de los valles encantados enloquece a los más duros.
-si has de entregar tu trayecto dilapidado, seremos ambos un llanto claro y frío, sepultado por vergüenza en mares, desterrado de tu valle y origen -