Era la hora de dorar ancla al sol,
de tremolar gaviotas y pañuelos,
de aventar vela y ola hacia la espuma
de aquel mar de tritones y sirenas.
Estrenaste mantilla de manola,
claveles en la boca, chispera de sonrisas
y te lanzaste oceánica y corsaria
a correr agua y cielo, aventurera.
Al vuelo de tifones y huracanes,
tu velero rielaba espejos constelados.
Robaste caracolas a la playa,
nardos a las orillas,
cofres y pergaminos a la arena.
En la playa atisbabas relámpagos de faro, redes y pescadores…
Y sin saber por qué no regresaste:
arrojaste la brújula , el timón a la banda
y lanzaste tu proa hacia la niebla.
Rolabas en tu barca sin descuidar el norte,
la brisa te traía cuerdas y castañuelas,
fanales rutilantes sorprendían las sombras,
ardían mil candelas,
y crepitaban los maderos del naufragio sobre el horizonte
astral de fuegos fatuos y de hogueras.