Un día taciturno y una noche pesada, eso produjeron las personas que alguna vez fingieron magnamente ser mis amigos, con las que me equivoqué al querer hacerlas feliz cuando ni me necesitaban.
Me fallé a mí misma cuando me perdí la admiración y el amor, cuando no dudé en criticarme y darle la razón a la voz de los inhumanos que me gritaban lo insignificante que era en su asqueroso y perturbador espacio.
Olvidé mirarme al espejo cada mañana y pensar en lo completa y hermosa que Dios me hizo; me fui infiel cuando admiré la belleza de alguien más, antes que la mía.
Le hice daño a mi corazón cuando lo obligué a olvidar alguno de mis sueños, cuando llevábamos años sintiendo pasión y amor por algo y de repente lo tiré al olvido y me hice la fuerte; herí a mis pensamientos cuando irrumpí bruscamente con otro tema para intentar borrar aquel que le daba vida pero por mi orgullo no quise tenerlo más.
Me negué amor frente a las personas que no me valoraron y se me robaron ese amor propio y tan perfecto llamado DIGNIDAD; le dejé a los frívolos y desalmados seres humanos mi amistad y cariño, y estos se encargaron de llenarme la vida de incongruencias, percances, complejos, desprecio, odio, insensatez e intolerancia, hacia mí.
Lamento PROFUNDAMENTE, haber puesto mi corazón frente a unos asesinos camuflados de amigos que pretendían hacerme daño con todo lo que les ofrecía, y después de eso… sí, yo, cometí el inmenso error de prestarle el abrigo de mi alma, a la persona equivocada.
Hoy hace frío, porque desde que pasó todo, no ha parado de llover, y yo sigo aquí, con este frío en el alma… pero viva.