Sería hermoso encontrar la salida,
descubrir de la nada, que hay por qué luchar;
vestirme de rojo en la grisácea vida,
que impía absorbe mi alma sin par.
Y escuchar pájaros trinar por la mañana,
y que al primer albor, se vuelva a cantar.
¡Que la luz alumbre aquel rincón oscuro,
que derrita el hielo de la maldad!
Que la vida fluya, sin vanos prejuicios,
y se abrace el hombre por cosa banal,
¡Que deje el odio de sustituir el cariño,
y la indiferencia ceda ante el poder de amar!
¡Oh, Qué hermoso sería!
levantarse un día, y ante el ventanal,
descubrir del mundo una belleza etérea,
en el vago día en que reine la paz.
Se verían las sombras como sinónimo de abrigo;
a la perfección, como ilusión fatal;
y se encontraría en la soledad cobijo…
¡Oh, qué hermoso sería tener por qué luchar!