Fui por el mismo sendero que iba el poeta,
cuando yo hacia allá... me marchaba
y él viniendo aquende, misterioso.
En el camino, al adiós nos cruzamos poemas
(sendos poemas nos dijimos los dos)
a mí me prendió, el versado por él;
él al escuchar el mío se lo guardó.
En el mío yo vertía la vida
confundida en triste hojarasca;
el de él -tan sosegadas sus letras-
que al yo leerlo..., mi vida volvió
y hoy en tintero bendito se enfrasca
cual ungüento que alivia mi herida.
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