Si no fuera por vértigo
hubiera saltado a vacío
sin dudarlo un instante.
Me hubiera quemado en el fuego
aun sabiendo que lo que realmente quema
son las ascuas.
A veces se me olvida
que nos dimos mil excusas
y no nos convenció ninguna,
pero seguimos jugando a no ver
manteniendo la venda en los ojos.
Que preferimos las excusas a las razones.
Para querernos solo hacía falta quedarnos
en toda la expresión de la palabra,
y sin embargo huimos.
Quizá nos pesaba ya la vida,
y el tiempo juntos
que a veces se hace cárcel.
Las cárceles están para escaparse de ellas.
Aun así hubiera pisado esas ascuas,
quemándome a tu lado
hasta descomponerme,
y ser solo las cenizas de un recuerdo
que se apaga lentamente.
Saltar al vacío con las alas rotas
solo merecía la pena
si la razón fuera quedarme en tus abrazos.
Así que decidí no saltar
y quererte
desde el borde del precipicio.