Colgaban por las rejas del muro,
en el día de los enamorados,
corazones recortados de charol,
lunas de papel de albal de viejos bocadillos,
angelitos rellenos de trapos.
El viento y la lluvia los tiraba.
Los perros los mordían con rabia.
Dudando estaba Cupido,
al ver la bienvenida asomado a la tapia,
de si entrar o irse,
por miedo de perder sus alas de una pedrada.
Miro hacia otro lado,
dejando encargado el asunto al fauno,
que estaba en el muro meando a una pareja de enamorados
Entro el fauno vestido con su pijama amarillo,
e iba por el sitio repartiendo alegría y llanto,
semen y sangre,
a gallos y flores recién cortadas.
Sus cuerpos yacían en un solar de cal ensangrentado,
lleno de un ambientes festivos de pasos.
De balcón a balcón,
banderitas de España y bombillas,
formando un laberinto entre las calles
llenas de gritos, promesas y patadas,
que dejaban ensimismado al cielo
y aturdido al diablo.
Solo el ocaso dejaba,
corona de flores bajo los balcones
con el nombre de los enamorados.
Angelillo de Uixó.