Persiguiendo unos pasos,
husmeando unas huellas
vio muchos ocasos
de tardes serenas.
Se embriagó con lloviznas
se retrató en las ciénagas
y en algunas ventiscas
fue la extraña hoja seca
que al llegar los remolinos
no hacía su fiesta.
Lo vieron cansado
caminando a tientas
con ojos inundados
a lágrima suelta,
cantando su nostalgia
en distintas lenguas
con el recuerdo vivo
y el dolor a cuestas.
Con mil interrogantes
y ninguna respuesta,
pues entre vida y muerte
no veía diferencias
porque fue sublimando
una existencia etérea.
.
Después lo vieron
alegre y sonreído
como el campo seco
cuando ha florecido.
Superó el dolor
que lo tenía cautivo
al descubrir que el sol
seguía dando brillo.
Otros horizontes
lejos del martirio
brindan a sus pasos
nuevos caminos.
Aún quedan recuerdos,
huérfanos de olvidos
que son patrimonio
de lo ya vivido.
Vendrán nuevos sueños
y también otros ciclos
que pinten su vida
de colores distintos,
lejos del tormento,
del vil precipicio
porque la vida de nuevo
lo envolvió con su hechizo.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela