Sus cabellos pasaron de la plata al plomo, transformados por la alquimia del momento.
Los ruidos de su pecho se borraron, con el silencio de su sueño,
El frío del Universo arrancó el alma de su cuerpo, dejando su rostro petrificado en la última sorpresa.
Se quedaron demasiados amores sin terminar.
Muchos proyectos hundidos para siempre en el infinito mar de las cosas inacabadas.
El calor y la comprensión a destiempo ya no le sirven para nada.
Sus sentimientos quedarán para siempre en el abismo de lo insondable, escondidos tras la luz de una luciérnaga del firmamento.
Las flores que le rodean ya no tienen ni olor ni esperanza; inexorable llegará su momento para desaparecer sin retorno.
Las intrigas y las pasiones resbalan a lomos de su eterno vuelo, pues ya se ha desprendido de la confusión y del banal estruendo, que tan importantes le parecieron.
Ahora que acude a la llamada de la eternidad, inicia ese camino misterioso de la nada, que no tiene luz ni color, que no tiene forma ni sonido, que no tiene alegría ni dolor.
Su vida fue solo un segmento en la línea del tiempo que no tiene principio ni fin, y la memoria de sus actos inicia hoy el inmisericorde trayecto hacia el olvido.
Las múltiples luchas que contaron su devenir carecen ya de sentido, y ningún sufrimiento le acontece, ni dolor que le atormente.
Su aspecto apacible de ahora quedará en la mente de quienes le tuvieron, estúpidamente contentos de estar todavía vivos.
Descanse en paz.