Cómo camina el perro sin dueño,
las patitas acolchonadas
y los dientes que muerden huesos pelones y astillados.
Los lagrimales hinchados como el asco,
la impotencia que no me deja más ser,
me habla, me caga.
Ya rota, los pedazos caminarán,
se arrastrarán y se cansarán también.
No hay tregua, no hay más que hambre
y un costal con tachuelas
al que de vez en cuando me gusta meter la mano, hurgar,
ser una cucaracha o cualquier otro bicho de esos que aterran a las personas.
Un bicho de humedad, un bicho de carroña.
Ser la carroña, y no poder más.
Roja, púrpura, hinchada y pestilente, supurando,
las moscas sobrevolando y parándose por momentos para tallarse las patitas.
Cuando el vientre me reviente,
espero que de él fluyan cataratas de tripas y lo inunden todo.
Quiero inundarlo todo. Y quiero más, más y más.