Cuando el viento halagüeño adormece de contrario
las hojas vuelven arremolinadas silentes palmeras;
cuando la fuente sinuosa derrama gotas de murmullos
espejos plácidos, intersectan incógnitos lugares
el traslúcido del día riega acrisolados deseos,
comprendo
Todo el amor, realidad, mis alegrías tus intentos,
simulada mirada, tardía, que es en tu esperanza.
Es permitido advertir, entonces, mi eterno sortilegio:
lo refinado del te quiero, el pacto inmortal de los dos
que no resulta divagante, incautado. Por el contrario,
es curso perpetuado, plena calidez nuestra codicia
mientras ese sol de carnaval deletrea los dos cuerpos
defino
que en este estado de suspiros, entre flores, sol y vientos
resulta honorable darte sin potestad mis sentimientos.
La virtud que me sostiene será realidad visible
en tu cabellera, en la imagen hermosa de tu atadura;
incluso, los íntimos instintos que a mi pesar diluyen
luego que la muerte solicita dos vetustos centavos
de quien, entre gallardías, desesperos, te necesita.
Te adoro.
Me resulta fácil decir tal suerte. Luego de tu adiós.
Mientras la fe varonil en vinos melifluos, resquebraja.