Simplemente, no sé.
No sé cómo hacés para abrir los ojos,
Para parpadear despacio, mover las pestañas como si las estiraras,
Dejar que las pupilas se contraigan dóciles ante la luz que se filtra,
Permitir que la vista recorra el techo por unos segundos,
Sin estar aún pensando.
No sé cómo amaneces sin estar aún pensando.
No sé cómo hacés para levantarte y calzarte unas gastadas pantuflas,
No sé cómo lográs moverte, bostezando casi sin hacer ruido
Para no molestarte, acomodándote el bóxer, rascándote.
No sé de dónde sacás la fuerza para acallar mansamente a los gatos,
Darles su ración de alimento, no pensar que sería peor tener hijos,
No sentir que los hijos no llegan con pan bajo el brazo,
No preocuparte porque un hijo consuma toda tu energía,
No lamentarte con amargura el no tener hijos, ahora ni nunca.
No sé cómo hacés para llegarte a la cocina,
Hervir agua fresca, nueva,
Y arrastrarte al baño a evacuar agua caliente, usada.
No sé cómo hacés para mojarte la cara y que no surjan ganas de ahogarte.
Cómo hacés para afeitarte sin mirarte ocurrente las muñecas.
Cómo hacés para sostener esos ojos en el reflejo, sin compadecer ni juzgar.
No sé cómo hacés para apagar el fuego y verter
El agua silbante en una taza.
No sé qué titanes te ayudan a llegar a la mesa,
A leer distraídamente el diario, a encender un cigarrillo.
No sé cómo hacés para tamborilear con uno o dos dedos
Mientras sorbés, sin pensar en que no tenés ganas,
Llevando instintivamente (¿con qué fuerzas?) tu otra mano a la boca
Y aspirar con los labios entreabiertos
Sin que se entreabran las tristezas.
No sé cómo hacés para seguir trazando ese ángulo de fuego
Y ceniza mientras mirás casi sin ver por la ventana.
No sé cómo soportás el pasar de los autos,
De las palomas, de las nubes, de los minutos.
No sé a qué dios misericordioso le rezás para lograr vestirte,
Casi sin detenerte a elegir no sé qué camisa, a atarte
Correctamente tus zapatos y cotejar el reloj,
Que espera tan cansado como vos, que no sabés que estás
Cansado.
No sé cómo podés autorizarte a dudar si llevar o no el paraguas,
Ni sé con qué energía te proponés llamar a tu madre, más tarde.
No sé cómo te dirigís por fin a la puerta,
Ni cómo no desmorona tu mundo al titubear
Entre el segundo round frente al reflejo en el ascensor
O la húmeda oscuridad algo asfixiante de la escalera,
Que sorprendentemente no te hace intuir la tierra bajo la que dormirás.
No sé cómo te encaminás tan tranquilo a tu trabajo,
Absurdo e inútil como todos los trabajos.
No sé cómo recordás al pasar esas deudas endosadas
Ni de dónde te surge la oportunidad de idear pagarlas de camino a…
No sé cómo te importa hacia dónde estás yendo,
Mientras bajas otro escalón, otro piso, otro cabeceo,
No sé cómo no te evadís de pensar en tu médico y en que te prohibió fumar
Mientras logras con no sé qué fuerza inaudita salir del edificio,
Encender otro cigarrillo,
Sumarte al paso de los transeúntes
Y permanecer, inconmovible, otro día más de tu vida
Sabiendo que morimos a cada segundo.