Al pie de su cama
como ángel guardián
me planté cada noche
en su enfermedad
y sufrí con ella
los estragos de su mal.
Apreté sus manos
con cálido afán
y acaricié sus cabellos
marchitos ya,
y le agradecí los años
de felicidad.
Hice oraciones
por su sanidad,
avisé a sus amigos
que la fueran a visitar
buscando con eso
animarla más.
Ella me dio miradas
con lágrimas de cristal
me dejó proyectos
por finalizar,
me dio fortaleza
para continuar,
me dio una sonrisa
forzada quizás,
con un adiós
y un vuelve a comenzar…
Al pie de mi cama
en su ausencia ya
hago oraciones
para que descanse en paz,
y retomo el control
de la realidad,
porque sé que la vida
debe continuar.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela