El porque del adiós,
es un cerrar los labios, sin darte cuenta,
acostarse los ojos entre las nubes y sus tormentas,
es una lágrima descender por la mejilla y descansar
en el suelo,
un reloj con el fondo blanco y las manecillas quietas,
una parada de tren sin estación abierta,
un vuelo rápido, sin paracaídas,
un beso suspendido en el aire, sin retorno,
quedarme solamente, solo,
unas sábanas blancas cubriendo el precipicio
en el que hemos convertido este mundo.
El por qué de los adioses,
cuando yo quiero saber de ti
y mejor si pudiera saber a ti,
ahora que habíamos descubierto los sabores que hay entre nosotros,
vainilla y chocolate los días de risas,
el beso a fresa,
a café el silencio,
y a turrón las despedidas.
El porque del adiós,
está escrito deprisa.