No es el brillo de tu piel,
de oscura aceituna,
ni tampoco las sonrisas
que me alegraban una a una.
Ni es tu flexibilidad gatuna,
ni es tu prestancia,
vestida o desnuda
a la luz diurna.
Es tu mirada sugerente,
y nunca inoportuna,
fuiste la aliada fiel
de la luna.
La soledad no es para ti,
nunca serás taciturna,
princesa sin harém,
de leyenda moruna,
voz dulce que invita,
al sueño en la cama o en la cuna,
sombra resplandeciente en el asfalto y en la duna,
supiste ser mujer como ninguna,
envidiáda compañera, ni maestra ni alumna.