Yo la adoro a pesar de ser ajena,
y sabiendo la estrujan otras manos,
que en sus senos turgentes y lozanos,
otra boca disfruta en dicha plena.
Yo la sueño, pensando que otra cama
acurruca su cuerpo idolatrado,
que en las noches de luna, apasionado,
otro dueño, con ansias la reclama!
Pienso en ella otorgando su hermosura
al que tiene derechos de tenerla,
al que puede a su antojo poseerla
mientras mi alma suspira en su locura.
¡Es ajena! Repito en mis desvelos,
no podré disfrutar de sus regazos,
mis anhelos se parten en pedazos
y mi mente divaga por los cielos.
¿Es su culpa, es mi culpa que la adore?
¿Es que dejo me hechice su belleza?
¿Es que acaso, su porte de princesa,
no quisiera dejar que se evapore?
No se bien, mas es triste mi destino
al saber que su amor me va matando,
y por siempre la sigo venerando
aunque sea de cardos mi camino!
Autor: Aníbal Rodríguez.