Etéreas reververancias
de lo que pudo haber sido.
Hoy sé que todo se ha ido.
Todo es neblina y distancia.
¿De qué sirvió la constancia,
la paciente sumisión
que en vulgar resignación
me ungió de aurora otoñal?
Hoy es sombra funeral
mi azorado corazón.
Como arbitrio de un poeta
es mi delgada barquilla.
Sobre una estela que brilla
mi gris destino decreta.
Clava su antorcha secreta
en mi norte sin timón
y desata su aluvión
de sonetos de cristal
que se escurren como sal
en mi herida hecha canción.
Tan rubia como el narciso
que flota en la clara fuente,
la palidez de su frente
fue exquisito paraíso.
El deleite más conciso
del que no pude gozar…
Solo me atreví a soñar
que en su cántaro al beber,
con sus ansias de mujer,
saciaba mi sed de amar.