Una tarde comió un racimo de luz hasta indigestarse de sombras,
en el lugar diminuto, su cuerpo destrozado relumbra sobre camino de muertos,
abrazado por hojas de eternos otoños
su gesto inmóvil es el gesto de los vencidos,
donde aquella mirada lo precisa todo.
Convertido en objeto
así arrebataron su libertad y entendimiento.
No le fue dado encender
los ramajes del amor,
su destino se dio la vuelta
antes de alcanzar el lugar luminoso donde dos suelen resplandecer,
camina con los muertos,
principio de todo destino, final de las hojas,
como zafiros oscuros bajo los brazos de un otoño encendido,
arrolladas sobre senderos,
misterios enterrados en el tiempo,
momentos ígneos donde solo hay lugar para la derrota.
Con la luz del polvo alambrada por la noche
en ese valle de gestos los cuerpos solo son la lejanía
cuyo amor subterráneo aleteo en todas sus formas,
en todos sus intentos,
ramificado sentimiento donde el deseo produjo su realidad de raíces abiertas
donde emergen heridas rojas colgadas en los atrios.
Estuvo aquí
bajo el brazo,
bajo la memoria,
bajo las tumbas,
bajo el corazón,
en voz baja,
en silencio,
fue el vértigo,
lápiz perdido,
una carta,
un lugar sin destinatarios
bondad y maldad como lo mismo.
El alma se le ha quedado a solas, se quedo en un rincón dolido con el viento,
herida del miedo hallado en la orilla del mundo,
hay tantas maneras de morir e ir muriendo
como amar y ser desamado,
le faltaron fuerzas para caminar sobre el mundo
se esparce su cansancio infinito sobre este dolor desarbolado y sincero,
cubrió su cuerpo con sus sueños vacíos sobre lo que le ha quedado,
pero no hay nada que lo cubra del frío donde antes hubo calor de sueños,
hoy decapitados sus cabezas resbalan al mar
su eterno silencio es remolcado por bandadas de aves moribundas.
Para ser preciso hay que decir que la herida abrió la puerta para su muerte
se asomo a los espejos, repaso los días a gatas,
no hay plenitud posible y solo el amor fue su infancia.
Acude a los funerales de su padre con el rostro roto
tiene una sonrisa para esconder su tristeza,
un traje fino para esconder su pobreza,
aquí guardo los retazos de su monologo
lo transcribo en las hojas que me regalo el viento.