Era una marioneta de hielo,
el hilo que me dominaba, estaba totalmente congelado,
me sentía sola, débil y frágil ante el dolor punzante que me ocasionaba el frío de mi alma,
no tenía un lugar seguro donde pudiese recostarme, y tratar de cambiar lo que era.
Caminé titubeando tal cual estaba,
rota en un millón de pedazos,
y el dolor era tan agudo, que dar pasos era casi imposible y ahí, apareciste de la nada,
cuando no tenía el valor de seguir, cuando ya no era capaz de soportar el frío que helaba mis huesos
y me quebraba cada sentimiento.
Tú, Fuiste mi café, el único que derritió todo ese hielo que me estaba arrastrando a un agujero negro,
a un callejón sin salida,
a un profundo invierno del que no creía salir viva;
me dejaste, pero me llevaste al verano y aquí estoy,
deambulando por este camino llamado vida pero recordándote a ti, mi café de invierno.