\"Cuando mis huellas desaparecieron tras de mí\"
Era una semana de agosto
Eran mis primeras vacaciones, ya que tenía 10 años y a esa corta edad,
empezaba a tener conciencia de la diferencia entre juego y diversión
con respecto a la responsabilidad del estudio y las tareas escolares.
Fui a la playa como recompensa por mi buena aplicación en la escuela…
y, de momento, caminando entre las olas que llegaban mansamente
al final de su impetuoso recorrido, me perdí.
Tal vez fue descuido de mis padres,
o, tal vez una travesura de mi parte, al alejarme imprudentemente.
Ciertamente no recuerdo cómo ocurrió.
En el desconcierto de mi incertidumbre no hubo preocupación alguna,
pues me divertía caminando por la blanda arena que lamían las olas,
lanzando y devolviendo estrellas de mar a su hábitat natural…
Se me pasaron varias horas del día.
No percibía qué travieso camino iban dejando atrás mis pequeñas huellas,
de inmediato borradas por el agua llena de blanca espuma.
Era un juego, sin embargo algo me motivaba a hacerlo.
Había leído poco tiempo atrás la historia de Alfonsina Storni…
y no sentía miedo en absoluto de irme a vivir con los habitantes del submundo marino.
Pensaba lo divertido que sería.
Ya me imaginaba jugando con las caracolas marinas,y me llenaba de emoción
el cabalgar jineteando caballitos de mar, en tropel fosforescentes…
y disfrutar del paseo con la compañía de sirenitas, entre algas, conchas y corales.
Todo era emoción, todo era diversión,
todo era entretenimiento para mí en esa especie de burbuja sin tiempo, sin espacio…
Era una burbuja que gobernaba a mi antojo…
pero que cuidadosamente mantenía sobre un rumbo de secretos caminos submarinos
un viejecito algo alegre, de semblante jovial, de blancas barbas y de ropas muy finas
confeccionadas con joyas y tesoros…
que de vez en cuando repartía en cada sima abismal para iluminar de forma mágica esos espacios
y llevar un ambiente más cálido a los ocupantes de esas cavernas lúgubres.
Era un misterio pues aparecía y desaparecía a cada golpe de ola sobre los malecones…
Y de pronto, oh desilusión, mi sueño y mis planes de redituar la historia de Alfonsina y el mar…
se desvanecieron, no sé de qué lugar remoto,
o por qué intrincado camino de mi laberinto transitado aparecieron mis padres
que siempre estuvieron atentos a mis movimientos físicos,
pero, que nunca imaginaron que había sido literalmente transportado
por el genio de las aguas a la dimensión que sólo conocemos los niños
en la fantasía que nos llena de deleite con la candidez e inocencia propias de nuestras mentes.
Al partir de regreso, mis padres con la intuición que sólo ellos tienen para con sus hijos,
ya en mi nostálgico transitar a casa, me dieron una grata sorpresa;
traían como obsequio un bello y grande caracol de mar…
y mi bondadosa madre me enseñó que podía escuchar el mar dondequiera que me encontrase,
y revivir mis aventuras, recreando el aroma salado.
Di gracias infinitas por la posibilidad de dejar volar mi gran imaginación infantil,
escuchar la voz estentórea del noble anciano haciendo eco con el sonido profundo del mar
atrapado en el inmenso caracol...
Y COLORÍN COLORADO... ESTE CUENTO HA TERMINADO
Por Hermes Varillas Labrador Noviembre @2009