Estas ganas húmedas
de gritar y llorar hasta el quebranto
empapando la mirada, la piel y las manos
en esa entrega a un nosotros
A callar y a morir
en el minuto de silencio
de recordarse en ese saberse ser,
ser la huella
La huella de la libertad
donde no todo pasa ni pasará
si el dolor es una herida abierta
si se nos cierran los ojos
y se es, peregrino del amor
Si se sufre a gritos y en silencio
en las buenas y en las malas
en los recuerdos recordándonos
en el reclamo de justicia
en el consuelo de la fe
en todos y en cada uno
de estos años habitándonos
Si el dolor se hace carne
y en su intensidad abruma
hasta quemarse vivo por dentro
Siempre se es, un misterio
al dar respuesta desnuda
ante el reclamo a Dios
bajo los cielos más grises y oscuros
y en los pozos sin fondos,
cuando el alma se rompe
y nos estalla de tal modo
que uno termina reconociéndose,
aceptando y abriéndose
a los designios divinos,
díficiles de comprensión
mientras la vida y el mundo se deshace
y uno tan solo, es el dolor
para reencontrarse en el sentido,
hilvanando la sombra
en el peso de la metáfora,
donde se distingue y se eleva
rechazando la destrucción,
la pulsión a la muerte
y se es cruzando
hasta el más allá, de todos los umbrales
Reconociéndote y reconociéndome
en el enigma concebido
en su verdad manifiesta
entre palabra y silencio
para toda la eternidad, la existencia
Mané Castro Videla