Y qué pasa si digo lo que siento
y tal vez te me rías en la cara;
ciertas veces la broma cuesta cara
y sobre una calabaza me siento
chupando un clavo, o degustando vino.
Solito y multitud en plena calle
y un ángel me aconseja que me calle,
pero por fortuna esta vez no vino
a regalarme su maldita cura,
a recordarme que aún no estás lista,
a enrostrarme eso, lo que no me banco.
A taladrar con el sermón del cura,
a señalar lo que falta en mi lista,
linyereando para siempre en un banco.