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Si fetichista de los pies solo es
Gustar ver, tocar, acariciar, lamer,
chupar, besar los pies de una mujer,
si eso es, soy fetichista de los pies.
I I
Tomé sus lindos pies entre mis manos,
desnudos y limpios, recién bañados,
los puse en mi regazo reposados
y los mantuve ahí quietos y ufanos.
Siguiendo los antojos de mi mente,
vertí sobre sus pies miel de romero,
los ungí con ella con sumo esmero
y la esparcí, despacio, lentamente.
Poseso de un fervor libidinoso,
me lancé a sus pies enfebrecido,
contemplélos absorto, suspendido,
de poseer aquellos pies ansioso.
Abrió ella las piernas insinuante;
yo estaba con sus pies obsesionado;
capté la insinuación sin desagrado,
pero lo de sus pies era acuciante.
Ansioso de saber cómo sabrían
aquellos pies con miel embadurnados,
me arrimé a ellos, obstinado
en conocer el gusto que tendrían.
Con mi lengua asaz libidinosa
los lamisqué, saciando así el antojo,
a la vez que mirándola de reojo
la observé mirándome gozosa.
Introduje mi lengua insaciable
entre las comisuras de sus dedos
juguetones y divertidos, ledos;
los lamí con un goce insuperable.
Abrió ella los dedos cuanto pudo
para poder chupárselos a gusto;
solo verlos, sensiblemente fausto,
quedéme exangüe, absorto, mudo.
Me los metí en la boca uno a uno,
gozando del sabor de carne y miel,
muchísimo más sabroso que un pastel.
¡Que placer alcanzamos de consuno!
De todo eso puedo hacer alarde.
Tuve en esa experiencia fascinante
de miel, dedos, lengua, pies y amante
mi primera erección de aquella tarde.
. . .