¡Qué bien se sentía aquella piedra!
Cuando en esa mano segura era levantada
Apretada con seguridad sintió el viento cruzar
Cuando con fuerza fue lanzada
Ni siquiera sentía el frio del agua
Su pecho plano golpeaba la superficie
Y se remontaba a las alturas para caer nuevamente
¡Cuánto orgullo sentía!
¿acaso superior a las demás se veía?
¡nadie como ella!
Sus compañeras no tenían la dinámica que poseía
Fuerte fue el golpe del final,
Cuando en aquella esquina fue a parar la mundana
Arrinconada, como las otras que se creían especiales,
Y no reparó, la ilusa, que solo víctima era
De otro ser que le dio la energía
Para hoy estar abandonada
Triste, decaída y a su suerte dejada.
¡Cuán banal es el poder!
¡Cuán pasajeros los aplausos!
¡Cuán tonta la ceguera propia!
Y cuán cruel el destino.