Max Hernandez

La pequeña gigante... Cuento

Érase una vez, en un reino muy, muy lejano...

Era la ciudad de los gigantes, donde todos los habitantes medían en promedio tres metros de altura. Y eran enormes e imponentes, pero, ellos se veían como personas normales. En uno de los extremos de la ciudad, vivía una pareja que no había tenido hijos, pero que soñaban con tener algún bebé alguna vez. Es por esa razón que se la pasaban soñando todos los días con un bebé, pero ella nunca salía embarazada. 

En un día cualquiera, en la época de lluvias, se encontraban tomando el te de la tarde frente a la chimenea, charlando sobre el trabajo, sobre sus deberes y sobre la familia. Y también por supuesto sobre el hecho de tener un bebé. Estaban decididos a adoptar al alguno, aunque en el país de los gigantes los bebés eran escasos, por alguna razón que ellos no entendían.

— Te digo que sería buena idea buscar en otros países —decía el esposo gigante— estoy seguro de haber escuchado que en el país de los humanos hay muchos niños sin hogar, así han contado los que han ido para allá en busca de aventuras. También en el país de los elfos y de los gnomos, y creo que también en el de los trolls y el de los ogros.

— Pero se acostumbraran con nosotros? —con cierta timidez preguntaba la esposa, aunque realmente ella tenía miedo de no ser buena madre para un bebé que no sea gigante— Recuerda que tendríamos que acondicionarle un cuarto especial, y comida especial, y todas esas cosas.

— No te preocupes por nada de eso —repetía el esposo— que yo me encargaré de esos «pequeños» detalles.

Y así se le iba la tarde, entre charlas y muchas tazas de te, y por cierto muchos kilos de galletas recién horneadas, y tantas cosas deliciosas, que hasta a mi se me hace agua la boca.

Y en eso:

— Toc, toc, toc!

Era la puerta. ¿Quién era en ese momento, en plena lluvia, quien tocaba la puerta?

— Toc, toc, toc!

— Ya voy, ya voy —dijo la esposa— un momentito por favor.

Al abrir la puerta, se dió con la sorpresa que... no había nadie. Miró a la derecha: nadie. Miró a la izquierda:nadie! Por si acaso miró hacia el techo: nadie! Se rascó la cabeza, y ya iba a cerrar la puerta, cuando escucha:

— Ñaaa, ñaaa, ñaaa.

Miró hacia abajo, y sorprendida vio que había un pequeño cesto, muy pequeño, que parecía de juguete, cubierto con una pequeña toalla, y en el cesto, un pequeño bebé que lloraba. Cogió con delicadeza el cesto y lo llevó para adentro. 

— Mira querido esposo, mira lo que han dejado en la puerta! —dijo emocionada.

Se pusieron a examinar al bebé, y pudieron notar que era una preciosa niña, del país de los enanos (por su tamaño, eso era evidente), pero que era muy bonita y estaba sanita... Y hambrienta.

La señora gigante no sabía que hacer en ese momento. Mil cosas pasaban por su cabeza de gigante preocupada. Así que cargó con mucho cuidado a la bebé, la arropó con un pañuelo (que para la bebé parecía una frazada) y la puso cerca de su pecho. Al sentir el calor la bebé se tranquilizó y se chupaba el dedo mientras dormía. Por esas cosas que uno nunca puede entender, la señora gigante sintió que sus pechos se llenaban de leche, y pudo con esa leche alimentar a la bebe (primero solo una gota, pero fue suficiente).

La bebé creció muy a prisa. Al mes ya tenía el tamaño de un pequeño bebé gigante. Los padres adoptivos estaban asombrados ante semejante milagro. Cuando comunicaron a todos sus vecinos y familiares de lo sucedido, nadie podía creer que la bebé haya sido una enanita.

— Es del tamaño normal —decían— por qué no aceptan que tuvieron su propia bebé? No es malo tener hijos...

Todos sus amigos y familiares decían lo mismo, así que los «padres» decidieron ya no contar nada más, y aceptaron a la niña como «una gigante» mas.

Así pasaron los años. La pequeña niña creció al ritmo de sus congéneres gigantes, y tenía su mismo tamaño y fuerza. Pero, gracias a todo el amor y cariño que recibía en casa, era un poquito mas inteligente que los demás, y también se hacía querer por todo el mundo. Tenía de amigos a casi todos los niños de la escuela, e incluso los mayores siempre la buscaban por lo tierna y dulce que era.

Hasta que sucedió. Un día de esos, cuando ella regresaba feliz de la escuela, vió que frente a su casa estaban unos señores muy serios, con trajes muy elegantes y lentes oscuros, parecían militares pero sin uniformes. Y dentro de su casa, un señor viejo, casi calvo y un poco panzón, estaba conversando con sus padres.

Eran del gobierno, que se habían enterado del maravilloso crecimiento de la nena. Y querían tomar una muestra de su sangre para hacer «las investigaciones del caso». Al principio los papás se mostraron reacios, pero cuando les dijeron que solamente tomarían un poquito de su sangre en presencia de ellos y que luego se irían y los dejarían en paz, pues accedieron.

La niña era muy valiente. Mas valiente aún cuando estaba en las piernas de papá. Así que no se asustó con la aguja y la jeringa (sintió como una picadura de un mosquito, le dijo al oído a su amoroso padre), y no dijo nada cuando le sacaron un  poco de sangre.

Se fueron felices los señores del gobierno. Ellos se quedaron tranquilos, y volvieron a sus labores habituales.

Lo que no sabían los padres, es que estos señores del gobierno, querían utilizar los genes de la niña para hacer «mucho mas grandes» a sus soldados, y con eso dominar al mundo entero, ya que tendrían no un ejército de gigantes, sino de «titanes», con los cuales se volverían invencibles y podrían conquistar todos los países del mundo entero. Eran muy ambiciosos estos señores. Así que sus científicos se dieron a la labor de decodificar su clave genética (ya podían hacer esto en ese país) y, luego de haberlo logrado, crearon un \"súper suero agigantador\", con el cual inyectaron a todos y cada uno de sus tropas de élite para empezar la conquista del mundo...

Cuál no sería la sorpresa de estos señores del gobierno (que no eran muy buenos que digamos), cuando al pasar los días y semanas, sus tropas en lugar de crecer y hacerse en titanes... se convirtieron en enanos! No podían hacer nada. Sus mejores guerreros, sus más entrenados soldados, ahora parecían pequeños niños indefensos. E incluso el jefe (que también se había puesto el suero) se hizo pequeño, y ya no podía seguir mandando.

Al enterarse de esto, la población tomó las calles, y sacó a esos malos gobernantes (bueno, los devolvió al colegio, o al kínder, para que reciban un buen adiestramiento), y pusieron a las personas mas amables a dirigir su gobierno, y así evitar problemas con el resto de países del mundo, y evitaron muchas guerras y sufrimiento...

También los científicos volvieron al colegio. Se habían inyectado todos felices el suero! Tontuelos... Necesitaban todos de una buena reprimenda, así que les pusieron a la maestra mas estricta... pero también la más amorosa. Y por supuesto, destruyeron lo que quedaba de ese suero, no se le vaya a alguién más querer hacerse un \"Titán\".

Y qué fué de nuestra pequeña gigante? Pues ella, al crecer un poco mas, pidió a sus padres que la lleven a conocer el lugar de donde había venido, pues quería saber la razón del porqué había venido a este país, y muchas otras interrogantes mas, pero... esa es ya otra historia.

FIN