Gracias Dios por tu bondad
por haberme dado corazón,
me enseñaste a ser feliz
y a saber lo que es sufrir.
Colmaste mi vida de alegrías
y de la más grande tristeza,
a veces Dios… pareces cruel, aprendí
“al que no quiere sopa, se le dan dos tazas”
Me las pusiste oscuras y también las clareaste,
“El amor espera…” y yo desesperé,
lloré como niño caprichoso
ahora río como feliz varón.
¿Quién soy yo?... ¡iconoclasta bizantino!
demandándote forjes el destino a mi talante,
¡Emplazándote, retándote!…
no soy ni partícula de polvo en tu universo.
Tú riges la existencia a tu condición, así es tu voluntad;
ahora vuelvo a ti, encorvada la cervíz
me has enseñado humildad y perseverancia
y sobre todas las cosas, que el amor existe.
Sin haber dudado de ella… ¿acaso la merezco?
¡Cuán ínfimo es mi amor e inmenso mi egoísmo!,
¡En cambio, ella, su amor llega hasta vos…
por eso la escuchaste y me la devolviste!
Ahora te agradezco Dios
porque la cuidaste y la protegiste,
nada escapa a tus designios
si así lo quieres, así será.
Delalma
Martes, 27 de abril de 2010