Amada mía, si de ser posible
pudieras trastear mi viuda diestra
con esa dulce exultación de vuestra
izquierda, que es vergel inmarcesible...
entonces hazlo, y quita de mi tez
el desconsuelo ¡escancia luminosa!
¡Y hazte rosal, de una inefable rosa!
¡Oh ninfa de in fraganti desnudez!
Consúmete en mi alma, Oh madre mía.
Y haz de estarte pequeña y triste a causa
de mi desolación; tras las dos puertas
de mi hondo corazón, la epifanía
de mis Campos Elíseos, es pausa
lúgubre; sobre mis dos carnes muertas.
Las noches son inciertas...
Y llorarás al verme en ti confeso,
y han de vibrar mis labios con tu beso.
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David John Morales Arriola